El silencio de Clinton y el grito de Trump, dos formas de encarar escándalos
Tanto Clinton como Trump siguen luchando contra récords históricos de impopularidad.
El silencio de la demócrata Hillary Clinton sobre el escándalo de sus correos electrónicos contrasta con el grito y la verborrea de Donald Trump, aspirante republicano a la Casa Blanca que no ha dudado en cargar contra el origen mexicano del juez encargado de investigar su universidad.
"Voy a construir un muro (en la frontera con México). Hay un conflicto inherente de intereses", arremetió Trump esta semana en una entrevista a The Wall Street Journal, en la que volvió a atacar al juez de California Gonzalo Curiel, estadounidense nacido en Indiana (medio oeste del país) y cuyos padres son mexicanos.
El juez Curiel es el encargado de investigar las demandas por fraude contra la Universidad Trump, retratada en documentos judiciales como un negocio sin escrúpulos que presionaba a estudiantes pobres para que adquirieran cursos sobre negocios inmobiliarios y finanzas con matrículas de casi 35.000 dólares.
"Hay una gran diferencia en sus reacciones. Clinton ha respondido con el silencio como hace con asuntos que considera personales y Trump, en vez de echarse atrás, ha cargado contra los orígenes mexicanos del juez", resaltó en declaraciones a Efe el profesor de la Universidad de George Washington Michael Cornfield.
"Él trata de manejar el escándalo haciendo referencia al origen del juez y ella guarda silencio", resume Cornfield, experto en campañas electorales.
De esta forma, mientras Clinton no dice una palabra más de lo necesario, continúan las investigaciones sobre si usó para asuntos de seguridad nacional un servidor privado de correo electrónico que tenía cuando era secretaria de Estado (2009-2013).
Esta misma semana el juez del distrito de Columbia Ketanji Brown Jackson Told ordenó al Gobierno publicar más correos electrónicos de la ex primera dama en respuesta a una petición judicial del Comité Nacional Republicano (RNC), órgano político de los republicanos que trata de sacar provecho del escándalo.
"Lo digo, Hillary Clinton tiene que ir a la cárcel. Honestamente, es culpable como el infierno", dijo esta semana Trump, durante un mitin en San José (California) y en una de sus declaraciones más duras sobre su posible contrincante en las elecciones presidenciales de noviembre.
Pero, cumpliendo con el dicho de que "no hay mejor defensa que un buen ataque", la campaña de Clinton también ha arremetido esta semana contra Trump con un anuncio en Facebook en el que recopila algunas frases de los documentos judiciales sobre la universidad que ordenó publicar el juez Gonzalo Curiel.
El video reúne testimonios de antiguos trabajadores que llaman "fraude", "inmoral" y "mentira total" al proyecto educativo de Trump, que está siendo investigado en Nueva York y será sometido al escrutinio de un juicio en California el 28 de noviembre, solo veinte días después de las elecciones presidenciales.
Para el profesor Cornfield y para Anthony Corrado, profesor de Política en el Colby College de Maine, el magnate enfrenta un desafío más grande que Clinton porque el escándalo puede cuestionar la imagen de buen negociador y exitoso hombre de negocios, ideas sobre las que ha construido su campaña.
En el caso de Clinton, según Corrado, la investigación sobre los correos electrónicos refuerza su fama de "poco fiable" y, de obtener la candidatura, le dificultará captar a los partidarios jóvenes y progresistas de su rival en las primarias demócratas, el senador Bernie Sanders.
"El principal efecto será que aquellos que no han tomado una decisión pueden preguntarse si, en realidad, cualquiera de los dos (Trump y Clinton) tiene el carácter adecuado para ser presidente de Estados Unidos", resaltó Corrado.
No conviene olvidar, según los expertos, que tanto Clinton como Trump siguen luchando contra récords históricos de impopularidad.
Una encuesta de NBC News y The Wall Street Journal, llevada a cabo entre mil personas entre el 15 y el 19 de mayo, mostró que solo el 34 % de los votantes ve a Clinton de manera favorable, mientras que el 54 % rechaza la imagen de la ex primera dama.
Los números de Trump son todavía peores, con solo un 29 % de aprobación y un 60 % de personas con una visión negativa del magnate.
"Lo que se libra es una batalla política por los independientes y sobre a quién debes persuadir entre los indecisos para que vote por ti", dijo a Efe Michael Traugott, profesor de la Universidad de Michigan y experto en comunicación política y opinión pública.
Los escándalos, según Traugott, no tendrán impacto en las personas que ya están convencidas por un candidato pero pueden ser cruciales para determinar el voto de los independientes e indecisos, que podrían tener la llave de la Casa Blanca en unas elecciones reñidas.
EFE